A principios del siglo XXI, es difícil imaginar un mundo en el que no tengamos millones de vídeos pornográficos al alcance de la mano, a cualquier hora del día o de la noche. Hemos tenido la suerte de nacer en una época en la que, con el clic de un botón, podemos acceder a un número casi infinito de putas sexys dispuestas a complacer. Incluso podemos ponernos unas gafas de realidad virtual y ver cómo nuestros salones se transforman instantáneamente en platós porno y aparecen ante nosotros supermodelos dispuestas a chuparnos la polla gratis. Ah, somos tan jodidamente afortunados. Pero a veces volver a un formato de lectura sienta bien.